Lo que traemos en la valija
Los cambios y los movimientos en la experiencia de migrar
Cambiar de país y de profesión🧳
No es una regla, no le pasa a todos los migrantes, pero sucede a menudo que cuando llegamos a vivir a un país nuevo, especialmente si no se habla nuestro idioma, los trabajos que nos toca hacer no son los mismos que hacíamos en un nuestro país de origen.
Cuando conocemos a otros migrantes surge siempre la pregunta: ¿Y vos que haces?
Y, generalmente, la persona responde: yo en mi país hacía tal cosa, pero acá estoy trabajando en tal otra.
En mi primer trabajo en Torino conocí a otros argentinos como yo, a un chico iraní y a otro colombiano. Cada uno tenía una profesión diferente que no realizaban desde que se habían ido de su tierra natal. Las conversaciones se daban entre idas y venidas en la cocina, algunos llevaban y traían platos, otros los preparaban y a mí me tocaba lavarlos.
"Uno en su tierra hace lo que le gusta y fuera toca hacer lo que se puede"
Cuando le pregunté a mi amigo colombiano a que se dedicaba me contestó que era fotógrafo, que de eso vivía en Colombia, pero que acá le tocaba hacer lo que se podía. Me quedó grabada su frase. Yo ya lo sabía, pero nadie me lo había dicho de esa manera.
Cuando me preguntan qué hago a veces digo que soy fisioterapeuta y que estoy terminando un master en antropología social. Muchas veces solo confirmo que trabajo en gastronomía, también. Porque en general es el trabajo que hacemos la mayoría. Con los años, algunos logran revalidar títulos y conseguir buenos empleos en eso que traen en sus valijas junto con los sueños, los recuerdos y las pocas pertenencias.
En mi segundo trabajo en Torino también conocí otros migrantes como yo y también me tocó trabajar en gastronomía. Aunque ahora hago un poco de todo. Estoy dos días en la cocina y cinco como camarera, aunque también estoy aprendiendo a hacer tragos y café.
Mis compañeros en la cocina provienen de Senegal y Pakistán. Con ellos aprendo palabras en sus idiomas y sobre cosas de sus países. Nos enseñamos usando el mapa donde quedan nuestros lugares de nacimiento, nos mostramos usando el celular cosas que no sabemos explicar con palabras y usamos de vez en cuando el traductor para comunicar cosas que no sabemos decir en italiano.
Cada vez que digo que soy fisioterapeuta la gente exclama: ¡Tenés que hacer validar tu título rápido! Me dicen que seguro voy a conseguir trabajo y mucho dinero.
Digo que sí, que lo tengo en trámite. Pero la verdad es que está frenado hace dos años. Porque tuve algunos inconvenientes en el proceso, temas burocráticos y algunos descuidos míos. Aunque, de alguna manera, tampoco quería que estuviera listo. Cuando me fui de Argentina, fue en parte porque estaba cansada de mi profesión, de la monotonía y de las dificultades que enfrentábamos con el sistema de salud.
Hoy me doy cuenta que extraño algunas cosas. El compartir con los pacientes, los pequeños logros, porque en neurorrehabilitación se avanza lento, pero cada victoria, por mínima que sea, se siente como ganar una gran carrera.
Había aprendido en esos años a valorar lo simple de la vida y a agradecer por cada cosa que tenía. Sabía que el hecho de poder mover mi cuerpo libremente me hacía una gran privilegiada.
Muchos momentos eran tristes o desesperantes. Nos enfrentábamos cada día a malas noticias. Pero también tengo muchos recuerdos alegres: como lograr que una señora dejara de usar el andador y caminara, sintiéndose segura, hasta el colegio de su hijo; que un niño con prótesis en ambas piernas se animara a mostrarlas frente a otros niños; que un adolescente, tras cinco años de trabajo, lograra mover casi completamente su pie y quisiera empezar a hacer deporte; o aquel paciente que me recibía tocando la guitarra y cantando canciones inventadas para mí, a pesar de que apenas podía mantenerse sentado.
El movimiento era una parte esencial de mi trabajo, pero no lo era todo. Al pasar tanto tiempo con los pacientes, muchas veces nuestros logros eran menos físicos y más emocionales.
Cambiar de año 🎂
Este año cumplí 35 años. No sé si imaginaba este presente, seguro que no. De chica, muy chica, quería ser escritora. Siempre lo supe, aunque con los años escondí ese deseo muy al fondo y avancé con lo que la vida me presentaba. Elegí una carrera, según lo que me dijeron: “redituable”. Después elegí otra. Una que se alineaba más con las cosas que me gustaban. Hoy retomo ese deseo inicial de niña. Poco a poco lo voy dejando salir de las profundidades.
Este año cumplí mis 35 años en Italia. Viajé a Génova porque quería festejarlo haciendo una de las cosas que más me gustan en la vida: viajar. Me regalaron un cuaderno nuevo para escribir, visité un museo, tomé cerveza, comí pizza y helado. Celebré haciendo todo lo que me gusta, junto a la persona que amo.
El día que cumplí 35 años nació mi sobrino. Eligió venir a este mundo el mismo día que yo. Lo tomé también como un regalo. Aunque solo lo conocí por fotos y lo pude ver algunos minutos por videollamada.
Esa misma noche, mientras él nacía, afuera del alojamiento donde dormía en Génova, una chica falleció en un accidente. Escuché los gritos desde mi cama. La vida y la muerte se cruzaban en ese instante.
Agradecí estar viva y haber podido celebrar un año más haciendo las cosas que me gustan. Rodeada de gente que amo, incluso a la distancia.
Cambiar de estación🌸
Siempre había querido ver cerezos. Sin darme cuenta tenía un tipo de cerezo frente a casa. Cruzando la calle hay un parque y un espacio para que se estacionen los autos. Custodiando ese estacionamiento hay tres árboles, uno al lado del otro, que para alguien como yo que no entiende nada de árboles, pasan totalmente desapercibidos.
Los noté recién cuando sus hojas empezaron a cambiar de color, hasta que brotaron unas hermosas flores rosadas. La copa se llenó de estas delicadas flores que duraron solo unos días. Las fuertes lluvias de Torino las desparramaron por el suelo en poco tiempo. La escena era igualmente hermosa, flores en el árbol y alrededor de él.
Las contemplé desde casa, le saqué una o dos fotos y hoy ya no están. Creo que nunca había percibido con tanta presencia los cambios de estación y el cambio de las flores. En cuatro meses en esta ciudad vi aparecer y desaparecer diversos tipos de flores, de distintos tamaños y colores.
Son tan efímeras como nuestros días. Por eso es importante, creo, valorarlas y apreciarlas con presencia. Disfrutando de las cosas simples y cotidianas.
✍🏻Volví a escribir en Substack después de dos meses. Los días se me pasaron volando, mis ánimos fueron muy fluctuantes y no lograba la calma que necesito habitualmente para sentarme a escribir.
Estas palabras surgieron al reflexionar sobre ese tiempo. Creo que es importante poder apreciar los cambios, habitarlos y recuperar los aprendizajes de cada momento. Y que nada de lo que hacemos pase desapercibido, porque todo lo que vivimos tiene un sentido. Pienso que quizás hoy, desde este lugar del mundo y en este nuevo año, pueda invertir la ecuación:
Quizás acá logre hacer lo que me gusta y allá hacía lo que podía. ✨
Yo tambien, como alguien que vivo fuera de su pais natal, sentido mucho lo que escribo. Como explicar a los otros que se tiene un otro mundo desde nuetra cabeza y nuestro pasado. (Y lo siento por la falta de los accentos 😅)
Interesantes tus experiencias, el tema de estar adaptada a otro país, con solo 35, yo le intente y solo dure 9 meses en la Lombardia, era un "sapo de otro pozo". Ahora, a mis 70, solo salgo de turismo.